Cuento para " el corazón de algodón "

Una vez cada cierto tiempo Martina sentía un clic.
Clic anunciante de una sensación de conexión con alguien, no bastaba su clic, gustaba un bis recíproco...
A veces no le era suficiente hablar el mismo idioma, ni compartir los mismos sueños, tampoco lo era congeniar y poder mostrarse a sí misma sin temores ni pudores absurdos...
Con el tiempo descubrió que pocas personas correspondían con otro clic colgándose de un eco.
Ángel, era una persona con mágia, un duende de las palabras, profundo de sentimiento con un gran corazón, que a pesar de haber sido maltratado guardaba toda la ilusión de uno recién estrenado.
De amplia sonrisa y mirada despierta, acogía en su regazo anhelos de amores frustrados, sueños alados y senderos llenos de luz por los que volar.
Invitaba a largos paseos entre los deseos y la realidad, convicciones y seguridades que entregaba con toda humildad.
Tenía lo que era y por eso era rico de espíritu, por eso Martina se sentía rica en su compañía.
Caminando uno al lado del otro, compartían la carga del equipaje que supone un viaje por la amistad, no es pesada cuando fluye, cuando de ella no se ha de tirar..
No era pesada cuando Ángel, deleitaba horas de travesía con toda la sensibilidad de la que disponía impregnada en pergaminos rebosantes de poesía..
Una noche Martina, embelesada con lo que él le regalaba, le habló de su clic.

- Clic, cuando algo encaja.. Has sentido tú ese clic?
- Sí, clic y más.
- Más? -preguntó ella llena de curiosidad.
- Un clac, clic.. clac. Clac de ajustado.

En ese momento Martina comprendió que se le recompensaban todos los clics no correspondidos, que lo que no encuentras en el momento que deseas, lo hallas multipicado cuando menos lo esperas.

- Ya me dirás dónde escondes tus alitas..
- Son invisibles tal cual a la vista, como tus tejidos bien mirados..

... y Martina, sonrió ...

*Gracias Bichu por estos largos paseos...*